lunes, 24 de marzo de 2008

¡ De qué dimensión serán los problemas y actos incorrectos del gobierno de Alan García que requieren de una prensa sumisa y complaciente !

Más de un periodista honesto me ha hablado de las presiones gubernamentales para evitar que se entreviste o difunda declaraciones de políticos opositores que los gobiernistas consideran incómodos. Presiones en ese sentido de Palacio, la Presidencia del Consejo de Ministros o de individuos como Rafael Rey, son comunes desde el inicio de este gobierno. Saben que con una oposición dinámica y con un periodismo independiente se destaparían muchas trapacerías de la actualidad.
Pero no sólo es con políticos opositores que se ejerce esta censura palaciega. También con algunos periodistas. César Hildebrandt y Juan Carlos Tafur sufren la consecuencia de la falta de libertad de prensa y de expresión absoluta en nuestro país.
Por eso es necesario felicitar a Augusto Álvarez Rodrich por su editorial (la profundidad del contenido es mayor que el que puede corresponder a una columna) del día de hoy. En él hace un manifiesto en defensa de la libertad de prensa a través de una llamada de atención a los usos y costumbres de este gobierno en su trato con los dueños de medios de comunicación.
No es primera vez que el APRA y García se comportan así. La sumisión vergonzosa de una revista semanal es en parte por favores publicitarios o de dotación de papel en épocas de crisis. Ese falso alanismo no es producto de una creencia en una medida positiva sino en la necesidad de sobrevivir. Es un hecho concreto que la prensa sufre de presiones en estos tiempos. Presiones políticas y fiscales sobretodo.
Por ello no descartemos presiones contra el señor Álvarez Rodrich. Al inicio de este gobierno el mismo señor director denunció la preparación de files en la PCM en contra de él y Rosa María Palacios. Es el estilo del APRA de Alan García. Un estilo que requiere del silencio y de la adulación para evitar ser develado.
Esto es el inicio nada más. En la medida que la corrupción se haga más evidente mayor será la necesidad de silencio y opacidad. Cuando llegue ese momento el silencio dejará de ser complaciente para devenir en delictivo y cómplice.

Por: Juan Sheput

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